Blog de Josep Maria Blasco


Sobre la simplicidad


Publicado el 20 de julio de 2019.
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Marc,

Comprendo, y comparto, tu aflicción. Mi formación es en matemáticas, y trabajé durante casi treinta años como informático. Después cambié a una profesión de riesgo: psicoanalista. De riesgo por varias razones: porque uno está en contacto continuado con la miseria humana (también con su grandeza, todo hay que decirlo) y, sobre todo, porque es un campo en el que el noventa por ciento de las publicaciones son infumables.

Un ejemplo. En determinado seminario, Lacan tontéa (no se me ocurre ninguna palabra mejor) con los cardinales transfinitos de Cantor, en particular con ℵ0 (ℵ0 es «la cardinalidad del conjunto de los números naturales», es decir, la cantidad de elementos que tiene dicho conjunto; cualquier conjunto infinito tiene, como mínimo, ℵ0 elementos). Dado que se trata de un discurso hablado, Lacan enuncia «aleph zero», y la taquígrafa, que es lo que tenían en ese momento, escribe, pobre mujer, a mano, en la transcripción, ℵ0, es decir «aleph elevado a 0» en vez de «aleph sub 0». Nadie se da cuenta de eso, y esa porquería (porque eso es lo que es: una porquería, no cabe darle otro nombre) pasa de version en versión hasta terminar en un libro editado por Paidós, compilado y dirigido por una luminaria del lacanismo. Eso demuestra, fehacientemente, que nadie, absolutamente nadie, entendía un pepino sobre el asunto; pero, eso sí, lo iban repitiendo: debían consdiderar que era muy importante. Pero, ahora bien: si no entendían un pepino, ¿qué narices hacían cuando creían estar estudiando eso? Da para pensar; no es agradable.

Una derivación de la misma anécdota: una vez, en clase (de «Lacan», ¿eh?; pagando) le señalo el error a la profesora, y su corrección. Ella me contesta «No, Blasco: “en psicoanálisis”, es aleph elevado a cero». Ni que decir tiene que no hubo manera de que me ilustrara sobre la significación especial de esa notación novedosa y por lo visto propia del psicanálisis.

Conseguí sobrevivir a la exposición al lacanismo, pero me quedaron secuelas: cada vez que oigo decir «lacaniano», escucho «Lacan ya no», y más frecuentemente «Lacan y...». Vale, ya paro.

En cuanto a la cuestión general de la simplicidad, de la que soy, con matices, un gran aficionado y, o al menos lo intento, un practicante, creo que hay que tener presentes al menos dos cosas:

1) La simplicidad es siempre el producto de un trabajo tremendo, que alguien ha realizado previamente. La bailarina de ballet parece ejecutar El lago de los cisnes sin esfuerzo alguno, pero eso es el producto de un entrenamiento bestial: lo que consideramos virtuoso es que ese trabajo no se vea, ya no se perciba. La simplicidad esta del lado de la maestría. Piensa, por ejemplo, en el tiempo que nos ha llevado pasar de los silogismos aristotélicos a la lógica formal actual: ¡25 siglos!

Por lo tanto, no se le puede exigir simplicidad a todo porque 1a) no todas las teorías están «terminadas» (lo pongo entre comillas porque el asunto no es tan sencillo), y 1b) no todos los interlocutores son ejecutores consumados, maestros o sabios.

2) Como consecuencia de lo anterior, lo que se está produciendo, no hallándose todavía terminado, es muy probable que sea o aparezca de un modo poco simple. En particular, el pensamiento humano (en el sentido en el que a los filósofos se les denomina también «pensadores»), en su génesis, suele ser tentativo, quizás parece oscuro, suele presentarse como algo cuya complejidad no cabe, todavía, evaluar, etc

Cuando ese pensamiento se haya asentado quizás sea más claro o más simple. Pero, claro, a veces hay que esperar 25 siglos; yo siento que no tengo tanto tiempo, y hay cosas que no me quiero perder.

Por último, «filosóficamente», hay que estar un poco prevenido, también, contra la simplicidad. Muchas veces es la cicatriz de una batalla en la que algo importante ha sido barrido bajo la alfombra. Tomemos como ejemplo, una vez más, la lógica formal. Hoy día estudia tan solo la corrección de los argumentos, pero deja de lado, explicitamente, su concluyencia (el hecho de que sean persuasivos, aproximadamente). ¿Por qué? Porque la corrección de los argumentos es algoritmizable, mientras que su concluyencia no (la concluyencia precisa de un sujeto al que el razonamiento le parezca concluyente, y eso no hay Dios que lo vuelva algorítmico, al menos con el panteón al que tenemos acceso actualmente; por tanto, se trata de algo que se considera «subjetivo», y ya la tenemos liada). Pero esto significa que lo más importante para la vida, para los seres humanos de carne y hueso (todos «subjetivos», por cierto), que es cómo saber si un razonamiento es concluyente, queda fuera de la lógica formal. Lo que queda dentro, en mucho casos, es completamente antiintuitivo, además de absolutamente inconcluyente. Como «si dos y dos son cinco, entonces Josep Maria Blasco firma este email», que es un razonamiento correcto (de una sol proposición), además de ser una proposición verdadera (ex falso quodlibet), aunque sea absolutamente inconcluyente. La simplicidad de la lógica formal oculta el cadáver de la concluyencia.

En fin. Muchas gracias por tu email y, en general, por estos intercambios.

Un abrazo,

Josep Maria


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