Blog de Josep Maria Blasco


La soledad no deseada


Publicado el 27 de marzo de 2023.
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[Alguien pone en nuestro conocimiento un artículo de El Correo titulado Las grandes claves para mantener una vida sana y activa durante la madurez. En el artículo se hace referencia a una Jornada organizada por la Diputación Foral de Álava titulada Más 60 activo. Retos y beneficios de la vida a partir de los 60 años. El programa de la Jornada es una ensalada infumable: primero un «coach» digital diserta sobre «10 herramientas que no pueden faltar en tu móvil», después cuatro personas conversan sobre «la estrategia contra la soledad no deseada» organizada por la Diputación Foral; a continuación, «Claves de compra para comer sano» y, hacia el final, «Humor, como actitud de vida», un diálogo con un humorista].

La «soledad no deseada»

Estupendo. Pongamos un diputado foral, a la coordinadora técnica de una asociación buenista puesta en marcha por la propia Diputación Foral, y a dos personas más, para hablar del asunto. Así les haremos creer a los votantes «mayores» (que cada vez son más) que nos ocupamos de ellos: ¡nos importáis mucho, mirad todo lo que hacemos por vosotros!

Como, además, esto de la «soledad no deseada», en realidad, no tenemos ni la más remota idea (más allá del buenismo al que nos hemos referido) de cómo arreglarlo, os explicaremos cómo hacer para comer sano, que eso sí que lo entenderéis (y en Álava, esto de comer es importante, pues), y os traeremos un humorista, para que os riáis un buen rato.

Después, os contaremos cómo os pueden ayudar las apps. ¡Qué bien, oyes, pero qué bien!

Pues, mira, no. Las apps son una soberana porquería. Todas. El mismo hecho de tener que usar apps es, también, una soberana porquería. Yo cada día estoy más cansado de usar apps. Están tremendamente mal hechas. Continuamente te mandan mensajes erróneos que te desconciertan, te piden que consultes informaciones que después no se pueden consultar; se actualizan, en teoría «para mejorar», sin tu consentimiento —cuando tú no quieres, bajo ningún concepto, que te las cambien—, y además, normalmente, funcionan mucho peor después de la pretendida «mejora».

Pero —y esto es lo más importante— las apps contribuyen de mala manera a esa «soledad no deseada» de la que hablamos. ¿Verdad? A mi me parece más que evidente: como tenemos «el banco en casa», ya no vamos a la oficina. No es que no lo necesitemos: es que no podemos. No nos dejan ir. Tienen nuestro dinero, pero para ir a visitarlos hay que llenar una instancia. «El banco en casa», claro está, es, además, una tortura moral, una auténtica porquería. Pero, no, hombre, no; nos tiene que gustar. El mundo de la internet es maravilloso. Somos nosotros los que necesitamos mejorar. No es que era mejor ir a hablar con una persona, no; necesitamos mejorar. Hay que hacer programas especiales de formación para que todo el mundo aprenda a usar las apps.

Tenemos que mejorar, en vez de preguntarnos porqué nos parece tan maravilloso que todo se haga desde una app, y ya no hablando con otra persona, como antes, viendo a otra persona, escuchando a otra persona, etcétera. Pues mira que dicen que del roce viene el amor. A veces, al hablar con el otro, al verlo, al escucharlo, hasta se le coge cariño, antes pasaba eso, algunos se hacían amigos, o se enamoraban. Se tocaban, se abrazaban. Se hacían confidencias. Combatían esa «soledad no deseada», porque creaban socialidad.

Pues no. Formemos a las personas de más de 60 años para que usen apps. Mandémosles a unas señoras aburridas de la vida, de su casa y de su familia, o a unas cuantas jóvenes, idealistas y un poco ingenuas (voluntarias, ¿eh?, que el voluntariado mola y presupuesto, además, no hay mucho). Ellas creerán que están haciendo el bien, y nuestros mayores verán paliada su «soledad no deseada». Y pongámosles un humorista, que se rían un poco. Reíd, reíd. Reíd, venga. ¡Ja ja ja! ¡Ja ja!. ¡Ja ja ja ja ja! Reíd. Estáis solos sin desearlo, pero vendrá la Puri —que también está medio muerta de soledad, la pobre—, y así os hacéis compañía mutuamente. Organizado por la Diputación Foral, ¿eh?, no os olvidéis de votarnos, después. Y comed bien, ¿eh?, producto de proximidad, así dais de comer a nuestros ganaderos y agricultores y podréis vivir muuuuuchos años, no se sabe bien para qué, hasta que os termine devorando el Alzheimer o la demencia senil y seáis una carga insoportable para todo el mundo. Reíd, reíd, mientras tanto. No os olvidéis de reír. Y no os olvidéis, tampoco, de hacer cursillos sobre las apps, no os soltéis del móvil. A fin de cuentas, no tenéis ya a nadie en el mundo, salvo a la Puri. Si es que es muy gracioso. Menos mal del móvil. ¡Ja ja ja ja ja! ¡Reíd, reíd!

Voy a ser muy claro.

La «soledad no deseada» no se soluciona como dice Araba a Punto:

‘Araba a Punto’ es la Estrategia de construcción colectiva en torno al reto de combatir la soledad no deseada de las personas mayores en Álava, que se desarrollará a lo largo de los próximos cuatro años.

La «soledad no deseada» empieza de pequeño.

Cuando te enseñan que la pareja es más importante que los amigos, de modo que, cuando encuentras pareja, dejas tirados a los amigos. Después, cuando te separas de esa pareja, ya no tienes ni amigos ni pareja. Soledad no deseada.

Cuando te enseñan que la familia es la estructura básica de la sociedad, y te animan a poner todas tus esperanzas de felicidad, aparte de en las realizaciones profesionales, en la familia. La familia, para muchas personas, es un infierno y una estafa, no un lugar de realización. Soledad no deseada. La soledad más negra, la que se siente en el seno de una familia en la que uno se siente incómodo, pero de la que piensa, a la vez, que no se puede huir.

Cuando te estimulan, desde el colegio mismo, a relacionarte sólo con gente de tu edad, hasta el punto de que sólo te ves con gente de otras edades, fuera de lo profesional, en el ámbito familiar. Ahí sí, tienes abuelos y nietos. Pero en tu vida privada, hala, con los de tu edad. Así, cuando seas mayor, se te irán muriendo todos, uno tras otro. Eso si tienes suerte y no eres tú el que se muere primero. Y, si no, pues hala, a enterrarlos a todos. ¡Ja ja ja ja ja! ¡Reíd! Soledad no deseada.

Cuando te convencen, con el ejemplo, y eso lo hacen todos, tus padres, tus hermanos, tus compañeros de colegio, todos, de que la vida es vivible, transitable, sin estar hablando, continua e intensamente, de todo lo que nos pasa. Cuando nos muestran, con el ejemplo, que a uno le pueden pasar las cosas más espantosas sin que las pueda hablar con nadie, sin comunicarse con nadie. Así, después, como no sabemos ya ni hablar de lo que nos pasa, terminamos por no saber lo que nos pasa. Estamos, pues, en un infierno del que no podemos decir nada. Ya no es, ni siquiera, soledad no deseada. Es, simplemente, pura angustia sin nombre.

¿La «soledad no deseada»? Claro que se puede arreglar, eso, claro que sí. Pero con un cambio radical de nuestra sociedad. Lo demás son parches. No funciona. Puede dar, quizás votos, pero no funciona.

Y mandar a gente que va, con seguridad, a ser desgraciada —porque estar solo sin quererlo es lo peor que le puede pasar a un ser humano—, a comer bien, usar el móvil y reírse un buen rato, qué quieres que te diga, yo ya no sé cómo calificarlo. Lo primero que me viene es «cinismo», pero también me temo que puede ser algo peor. Algo mucho peor.

¡Hala, venga, hombre, riamos, riamos! ¡Si es muy divertido! ¡Ja ja ja ja ja!

Josep Maria


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