Blog de Josep Maria Blasco


Nuevo libro: Todo está prohibido


Publicado el 1 de octubre de 2019.
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Durante el mes de octubre de 2019, se publicará mi nuevo libro, titulado Todo está prohibido. La enseñanza de la violencia, y publicado como número 2 de la colección Intempestivas en nuestra editorial.

Tanto la temática del libro como la historia de su gestación son bastante curiosas, o sea que les voy a dedicar algunas líneas.

Hace ya tiempo que me venía entreteniendo con una pregunta, aparentemente muy sencilla, y que nadie, o casi nadie, sabe contestar correctamente. La pregunta, que se puede formular de un modo verdaderamente escueto, es la siguiente:

¿Cuál es la negación lógica de la frase «Todo está prohibido?»?

Desde el punto de vista de la lógica formal, la pregunta encuentra una solución inmediata: la frase en cuestión se puede simbolizar, en lógica deóntica con cuantificadores, como

\begin{equation} \forall x \square \lnot x, \end{equation}

es decir, «sea cual sea $x$, es obligatorio no hacer $x$ (esto es, $x$ está prohibido: $\square \lnot x$)», y, entonces, su negación, es, con toda claridad,

\begin{equation} \lnot \forall x \square \lnot x \equiv \exists x \lnot \square \lnot x \equiv \exists x \diamond \lnot \lnot x \equiv \exists x \diamond x, \end{equation}

es decir, «hay algo ($x$) que está permitido ($\diamond x$)».

Expresando lo mismo en un lenguaje mucho más llano (aunque a muchos les parecerá que se trata de un trabalenguas): para que resulte falso que todo está prohibido, bastará con que exista una sola cosa que esté permitida (ya que esa mima cosa no podrá entonces estar, a la vez, prohibida, por el principio de no contradicción); inversamente, y del mismo modo, para que sea falso que algo está permitido, tiene que ser verdadero que todo está prohibido, pues, de lo contrario, eso que escapase a la prohibición debería estar permitido, y entonces el hecho de que algo está permitido no podría ser falso.

Lo que acabamos de exponer debería dejar la cuestión completamente zanjada y, sin embargo, no lo hace. Lo había probado una y otra vez: es una pregunta que la gente, en general, no sabe responder. Creen, por ejemplo —y muy equivocadamente—, que la negación de «Todo está prohibido» es «Todo está permitido». ¿Cómo puede suceder una cosa así?

Resulta que estoy subscrito, desde 2008, a una lista de distribución en la que abundan las personas «de ciencias», y con un nivel educativo medio alto o muy alto. Estaba pasando unos días de vacaciones en Tossa de Mar, un precioso pueblecito de la Costa Brava, y el mes de agosto acababa de comenzar; pensé en utilizar a mis compañeros de la lista para hacer una encuesta/experimento. El lunes, 5 de agosto de 2019, mandé la pregunta a la lista, en forma de encuesta; en pocos días recibí más de cuarenta respuestas.

Sólo dos de las respuestas daban con la solución correcta. Pero era gente de mucho nivel: les había preguntado qué formación tenían, y había, por ejemplo, un treinta y seis por ciento de doctores. ¿Por qué se equivocaban todos, o casi todos, así? No podía contentarme con decir «no tienen nivel», porque en este caso era completamente contrario al estado de cosas. Treinta y seis por ciento de doctores. ¿Qué hacer?

Bueno, me tuve que poner a estudiar, para intentar entender por qué todo el mundo se equivocaba. Fue un viaje increíble. Empezaron a aparecer cuestiones relativas a la filosofía aristotélica, a la lingüística, a la lógica modal y su especialización, la lógica deóntica; la estrella de Blanché (una de cuyas versiones ha terminado en la portada del libro); me tuve que familiarizar con la monumental Historia natural de la negación de Horn... Sin darme cuenta, el «pequeño informe» que les había prometido a mis encuestados había crecido, hasta convertirse en un libro de más de doscientas páginas. Es el que ahora se publica.

Se trata también de un libro que ha sido escrito como una forma de goce, mientras iba a la playa, mientras disfrutaba de unas cenas magnífica en el restaurante Bahía de Tossa (¡gracias a todos por aguantarme mientras iba trayendo betas del libro a la mesa donde cenaba, y por prestarme bolígrafos para que pudiese hacer mis garabatos!), mientras disfrutaba como un enano viendo como una aparente pequeñez, una «cosita», se desplegaba ante mis ojos, para ir adquiriendo una maravillosa complejidad. El libro es también eso: un testimonio; un ejercicio de goce, de libertad asociativa, de potencia creativa. Se puede crear mientras se disfruta. No es necesario sufrir, ni pasarlo mal. Ni tampoco tardar mucho tiempo. Hay que saberlo.


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