Textos para pensar


Sobre el afán de simplificación

Juan Carlos De Brasi [CV]

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Nota del Editor

El presente texto es un fragmento del libro, en ese momento inédito, titulado «Ensayo sobre el pensamiento sutil. La cuestión de la casualidad. La casualidad en cuestión.».

Sin embargo, en este preciso instante, alguien se estará demandando ¿es necesario hacer distinciones tan sutiles, bastante sofisticadas?, ¿para qué sirven, adónde nos conducen?, ¿no se pueden decir las cosas de manera sencilla, como para entenderlas rápidamente?

Bueno, aceptemos la sugerencia de estos interrogantes y veamos qué ocurre en un ejemplo (se me perdonará detenerme más de lo recomendable en él) de «digestión» rápida y comprensible a primera vista, de la problemática que nos atañe y que está en la base de las producciones subjetivas. Se trata del término «Sobredeterminación» tal como lo difunde, exitosamente, el «Vocabulaire de la Psychoanalyse» de J. Laplanche y J.B. Pontalis. La versión castellana estampa: «Diccionario de Psicoanálisis». De un «vocabulario» a un «diccionario» hay una gran distancia. Pero, en este caso, la diferencia es nula, porque el tipo de definición (estipulativa) que encabeza los términos de ambos es sinónima. Y esta inscripción —no los distintos usos en la obra freudiana, ya opacados por la definición— es la que «ilumina» la complejidad del concepto elaborado por Freud. Escribámoslo tal como está en el mencionado «Vocabulario...». Deberemos soportar su reproducción textual, ya que es parte del mismo juego que posibilita los interrogantes. Allí la sobredeterminación está delimitada como un

«Hecho consistente en que una formación del inconciente (síntoma, fallido, sueño) remite a una pluralidad de factores determinantes

Esto se puede entender en dos sentidos bastantes distintos:

a) La formación considerada es la resultante de varias causas, mientras que una sola causa no basta para explicarla.

b) La formación remite a elementos inconcientes múltiples, que pueden organizarse en secuencias significativas, cada una de las cuales, en un cierto nivel de interpretación, posee su propia coherencia.

El sentido (b) es el que se acepta generalmente.

Hasta aquí llega la explicitación sobresaliente del término, de una manera sucinta, clara y medida queda demarcado lo sustancial, ninguna sutileza lo empaña, todo ha sido comprendido de un ramalazo y en esa impronta, asimismo, ignorado. Los autores aclaran, previo a las especificaciones que «Por muy distintas que sean estas dos acepciones, no dejan de presentar algunas pautas de conexión». Y, es cierto, cuando se trata de fast-food las distinciones no importan. Por mi lado, me refugio en el derecho a la sencillez que alguien puede haber reclamado antes. No sé francamente cómo puedo entender el concepto de sobredeterminación si el «Vocabulario...» no define en ningún otro lado el de determinación, cosa que hace con el de catexis para «sobrecatexis» y el de interpretación para «sobreinterpretación». Ahí se supone, formidable malentendido, que todos sabemos de qué estamos hablando. Pero acerca de qué hablamos, ¿siquiera remotamente nos referimos a lo mismo? La contundencia y majestad consultivas de los manuales, diccionarios, etc., atrapa inmediatamente al lector como un cómplice dogmático, convirtiendo los conceptos en reclusorios edípicos —donde todo es familiar y asimilable— y no en materia prima de un trabajo indelegable. Entonces, salgamos hacia la trascripción que hicimos de la sobredeterminación. A simple vista (nos quedaremos en el «simple vista» para llegar a lo que se pierde de vista, que no es poco) notamos que la sobredeterminación es captada como un «hecho» que «remite a una pluralidad de factores determinantes». Obviamente «determinantes» es indistinguible de «causantes», lo cual convalida la acepción (a) de la definición. Ahora bien, ¿una «formación inconciente» puede concebírsela como «hecho» o por las líneas temporales, enmiendas y superposiciones, es justamente todo lo contrario, lo que viene deshecho para que la interpretación le dé algún sentido? Dejo flotando esta pregunta. La «pluralidad de factores» que apoyan esos «hechos» pasan a ser «determinantes» si y solo si, «pueden organizarse», de otro modo no hay determinación que valga. Entonces, se presenta la siguiente cuestión, ¿un régimen de determinaciones inconcientes puede reducirse a un «pluralidad de factores determinantes» o éstos son los componentes transitorios, lo determinado en dicho régimen?

En esta orientación facto-rialista del inconciente, si es que puede haberla, ¿no se confunden las efectuaciones de las determinaciones inconcientes con los datos de las significaciones preconcientes? La acepción (b) parece confirmar esta sospecha. Si la «organización» es el requisito para que haya «determinación», aquélla no debe ser un organización cualquiera, sino de carácter sistemático («secuencias significativas» donde «cada una...posee su propia coherencia»). Simultáneamente con el desplazamiento del inconciente al campo de una concepción sintactista y preconciente del mismo, se produce un relativo vaciamiento de la interpretación psicoanalítica. Esta, a su vez, se organiza en «niveles» que ordenan «elementos», «factores», «varias causas» y otras unidades regladas, que despojan a la Deutung freudiana de su tributo más relevante, el de ser Arbeit, trabajo, para darle otra ocupación, la de acomodarse en una «teoría de los niveles» que se irá constituyendo de manera progresiva, secuenciada o en algunas series complementarias, hasta encontrar el sesgo adecuado y coherente que le dispense su validez.

Sobre el final del ejemplo, debo confesar que la extrema transparencia de la «sobredeterminación» (que ignoro por qué se la llama así) en psicoanálisis —según el frecuentado «Vocabulaire...»— me ha dejado totalmente a oscuras respecto del aporte freudiano al asunto y el desasosiego de que su invención ha quedado sustituida y sepultada por «factores», «varias causas», «secuencias significativas», representaciones inequívocas de lo que, por principio, no estaría sujeto, ni lo sería, de ninguna representación. En una palabra, es esa claridad, ese facilismo difusorio, lo que me parece rebuscado, sofisticado, es decir, arrasador de la multiplicidad y complejidad de los conceptos y donde el inconciente, su virtualidad y eficacia, desaparece en la transparencia significativa de lo preconciente. Dicho en pocas palabras: se cambia totalmente el «objeto» de estudio del psicoanálisis.


Febrero de 2007


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